Audífonos: el gran escape
CABINA SONORA:OCTAVIO RAMIREZ
Ante el peso del a vida cotidiana, hoy en día escuchar música se ha vuelto un acto íntimo y de proclamada individualidad.
Son incontables las veces en que mis audífonos me han hecho el día. Pienso en esas jornadas en las que simplemente nada ha marchado bien; lo mejor que me pudo haber pasado es escuchar una canción en el momento idóneo. Nadie me va a negar que un tema como "Bittersweet Simphony" alguna vez les ha hecho caminar con mayor soltura y osadía. Nadie me puede negar tampoco que en la carretera la música nos sabe como al inicio de una gran aventura.
Es cierto que este dispositivo ha vuelto al mundo un poco más frío y distante en cuanto a relaciones interpersonales. En el autobús o en el metro hay más tendencia al aislamiento y menos hacia los arrimones. El panorama en las oficinas es similar, lejos van quedado el bullicio del chismorreo y el radio de uso común, para darle paso al simple ruido del teclado y los tosidos intermitentes.
¿Pero cómo luce dicho fenómeno visto desde el interior? Se trata de toda una experiencia cinematográfica. La simple rutina diaria con música de fondo se convierte en una escena dispuesta al gusto del imaginante. La gente cabizbaja que aborda el transporte público parece tocada por cierta magia visual. El movimiento en las calles luce como operado para armonizar con nuestra música. El salto de vuelta a la realidad parece hasta cierto punto doloroso. En las oficinas parece que la monotonía y el tedio serán rotos en cualquier momento por un hecho sin precedentes.
CLICHÉS EN NUESTRA CABEZA
El desarrollo del videoclip y posteriormente los filmes con alta carga musical tienen gran influencia en este fenómeno. A lo largo de la historia musical reciente hemos visto como un tema musical se acompaña bien con imágenes abstractas. La producción de los videoclips ha partido desde una gran simpleza hasta convertirse en exquisitas piezas cinematográficas.
En tanto que en el séptimo arte, sobran los momentos memorables donde un tema da el realce necesario para poder transmitir el encanto específico de una escena. Baste recordar la introducción de "Apocalypse Now" (1979), de Francis F. Coppola, donde "The End", de The Doors convierte un bombardeo en Vietnam en una abrumadora reflexión sobre los alcances de la furia humana sistematizada.
Hoy en día escuchar un tema significa evocar un video, un filme o también un momento de nuestras vidas. Una canción nunca tuvo tanta carga visual como la tiene en el presente. Ya sea que nos hayamos vuelto víctimas de los clichés o generemos nuestras imágenes propias, asimilar un tema musical implica la intimidad que nos proporcionan nuestros audífonos.
Es posible que el uso de los audífonos refleje nuestro creciente individualismo o que proyecte nuestro alejamiento de la realidad. Por lo pronto, si alguien sabe de una mejor forma de combatir el tedio y las horas muertas avísenme, estaré con mis orejeras en medio de la multitud del autobús.
Ante el peso del a vida cotidiana, hoy en día escuchar música se ha vuelto un acto íntimo y de proclamada individualidad.
Son incontables las veces en que mis audífonos me han hecho el día. Pienso en esas jornadas en las que simplemente nada ha marchado bien; lo mejor que me pudo haber pasado es escuchar una canción en el momento idóneo. Nadie me va a negar que un tema como "Bittersweet Simphony" alguna vez les ha hecho caminar con mayor soltura y osadía. Nadie me puede negar tampoco que en la carretera la música nos sabe como al inicio de una gran aventura.
Es cierto que este dispositivo ha vuelto al mundo un poco más frío y distante en cuanto a relaciones interpersonales. En el autobús o en el metro hay más tendencia al aislamiento y menos hacia los arrimones. El panorama en las oficinas es similar, lejos van quedado el bullicio del chismorreo y el radio de uso común, para darle paso al simple ruido del teclado y los tosidos intermitentes.
¿Pero cómo luce dicho fenómeno visto desde el interior? Se trata de toda una experiencia cinematográfica. La simple rutina diaria con música de fondo se convierte en una escena dispuesta al gusto del imaginante. La gente cabizbaja que aborda el transporte público parece tocada por cierta magia visual. El movimiento en las calles luce como operado para armonizar con nuestra música. El salto de vuelta a la realidad parece hasta cierto punto doloroso. En las oficinas parece que la monotonía y el tedio serán rotos en cualquier momento por un hecho sin precedentes.
CLICHÉS EN NUESTRA CABEZA
El desarrollo del videoclip y posteriormente los filmes con alta carga musical tienen gran influencia en este fenómeno. A lo largo de la historia musical reciente hemos visto como un tema musical se acompaña bien con imágenes abstractas. La producción de los videoclips ha partido desde una gran simpleza hasta convertirse en exquisitas piezas cinematográficas.
En tanto que en el séptimo arte, sobran los momentos memorables donde un tema da el realce necesario para poder transmitir el encanto específico de una escena. Baste recordar la introducción de "Apocalypse Now" (1979), de Francis F. Coppola, donde "The End", de The Doors convierte un bombardeo en Vietnam en una abrumadora reflexión sobre los alcances de la furia humana sistematizada.
Hoy en día escuchar un tema significa evocar un video, un filme o también un momento de nuestras vidas. Una canción nunca tuvo tanta carga visual como la tiene en el presente. Ya sea que nos hayamos vuelto víctimas de los clichés o generemos nuestras imágenes propias, asimilar un tema musical implica la intimidad que nos proporcionan nuestros audífonos.
Es posible que el uso de los audífonos refleje nuestro creciente individualismo o que proyecte nuestro alejamiento de la realidad. Por lo pronto, si alguien sabe de una mejor forma de combatir el tedio y las horas muertas avísenme, estaré con mis orejeras en medio de la multitud del autobús.
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