Fuentes, esa voz incómoda
llamada consciencia mexicana 


POR OCTAVIO RAMÍREZ
VARSOVIA, POL. 16/05/2012


Tal como en las luchas de ego y poder entre hermanos, donde solo la voz de los mayores suele dar su parte correspondiente a cada uno, así como ponerlos en su debido lugar y reprenderlos por su malicia fraterna, últimamente Carlos Fuentes se había vuelto la voz a la que recurrían los litigantes de pleitos encontrados, los dimes y diretes de la política mexicana, quienes encontraban en la opinión del escritor una visión abierta y objetiva, basada en una ideología universal y no en partidismos localistas y temporales. Apenas a un día de su partida los medios ya hablan de un país que ha quedado en la orfandad y es que ante lo evidente, no se requieren análisis concienzudos ni lecturas a profundidad.

   Y ciertamente, en una nación usualmente llamada de contrastes, pero que haciendo honor a la verdad, más bien es de triviales diferencias, desavenencias políticas, de pleitos y trifulcas en torno al reparto del poder y las colaciones sexenales, en este contexto pues, es necesaria una figura de autoridad intelectual, un personaje en constante diálogo con su país y que logre mantener el dedo sobre el renglón de los compromisos pendientes de los mexicanos, tan tendientes a olvidar el pasado y a la vez a posponer el futuro.   

   Debemos tener en cuenta, que la vida y obra de Carlos Fuentes abarcó un extenso periodo de la historia moderna de México, durante la cual, con una visión atenta y crítica logró presenciar los movimientos y transiciones de nuestra sistema político, a la vez que convivió y se nutrió de otras culturas, tendencias literarias y movimientos sociales a nivel global. Su pasión por convivir con el mundo finalmente lo traía nuevamente de vuelta a su país, al cual regresaba nutrido de valores perennes y con una conciencia clara para analizar los temas en curso de la vida política nacional.

   Su última intervención ante el público mexicano, esto es a través de los medios masivos, fue tras el incidente Peña Nieto, en el cual el vigoroso y autómata candidato de la centro-derecha mexicana confundiera la obra de Enrique Krauze con la de Fuentes. Tras el lapsus brutae se abrió un diálogo en el país sobre el pobre nivel de lectura entre los mexicanos y mientras unos a otros se acusaban del hecho, otros reconocían que si bien se sabía de Fuentes como referencia intelectual, realmente muy pocos conocían a profundidad su obra. Para poner fin a la controversia, Fuentes respondía que el candidato en mención tenía derecho a no leer su obra, pero no podía aspirar a la presidencia a partir de la ignorancia. Esto bien valdría la pena haberse interpretado como un mensaje entre líneas para todos los mexicanos, sin embargo, nadie más que el candidato se sintió aludido.

   La obra de Fuentes, así como su importancia en la literatura latinoamericana han sido por demás reconocidos y analizados por quienes lo sintieron de cerca, por sus amigos así como por las autoridades de las letras hispanas. Por otro lado, hay que reconocer el trecho abismal que hay entre sus escritos y los mexicanos, quienes entre sus tareas pendientes está la de reconocer y revalorar nuestra historia. La obra, así como la figura del escritor recientemente fallecido, nos dan la pauta para asumir dicha tarea. Sin acudir a baratos nacionalismos, cabe reconocer que Carlos Fuentes ha sido considerado a nivel mundial un gran mexicano, en tanto su mentalidad universal y su apego sano, crítico y consciente hacia su país. La vida y labor intelectual de Carlos Fuentes puede ser un punto de referencia para un país que hoy menos que nunca se puede permitir flotar en el orfanato intelectual.


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