Fantasma
El día no acabó bien. Salió tarde del trabajo y se dirigió a casa algo mosqueada y sin otro afán que irse a la cama. Al entrar lanzó las llaves a la mesa, se fue desvistiendo camino a la ducha y se embadurnó de gel de baño. Tras la ducha se fue a la cocina. Coció cualquier pasta, corto calabacines, un poco de nata y pimienta y resultó una pasta sosa que compensó con un poco de tinto. Moqueaba y tosía como quien quisiera ser escuchado y consolado.
Pronto se fue a secar el pelo y se metió a la cama con algunos escalofríos, como si estuviera resfriada. Pero apenas se acurrucó y se sintió mejor. Se movía de un lado a otro. Repasaba la reprimenda, la humillación, el ridículo. Tras unos minutos tendida terminó dando la cara a la pared. Luego volteó de súbito.
-No puedo dormir, ¿me cuentas una historia? -Dijo como si le hablara a la nada.El fantasma que ronda su vida se apersonó al pie de la cama. Le acarició el pelo y con voz baja le contó la historia de un hombre que buscaba la ciudad de los inmortales. El relato surtió efecto como somnífero, aunque ella casi logró mantener su atención hasta el final, y tras el relato cayó en un sueño plácido. Sin embargo, pasada casi una hora despertó de nuevo con una pregunta.
- ¿Y qué fue de la ciudad de los inmortales?
Pero el fantasma ya se había desvanecido.
Por los años subsecuentes la ciudad de los inmortales quedó sin rastros en su memoria y Borges como su autor permaneció desconocido. Con el paso del tiempo, el fantasma incluso dejó de apersonarse.
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