Grande Valse Brillante



Justo al rayar el alba suena a modo de fanfarria el "Grande Valse Brillante". 

Entonces se abren paso desde los recónditos y volcánicos espacios de la tierra, los miembros de la primera orden de demonios menores, quienes irrumpen en los lugares más luminosos, íntimos y honorables de una familia de Bergen. Algunos con sus pisadas ligeras de cabra dan vueltas sobre la mesa blanca del comedor. Otros de grueso pelambre color marrón, al estilo de la polca, danzan en pareja con las sillas a lo largo de la sala hasta el recibidor. Los más osados, de cuernos retorcidos, ingresan al dormitorio de las jóvenes gémelas, quienes bajo un velo divino sueñan ininterrumpidamente, aun cuando las bestiecillas saltarinas revientan una pieza de porcelana por aquí, rasgan una cortina por allá o tropiezan y caen sobre la casa de muñecas. 

La primera orden de demonios menores irrumpe en los lugares más luminosos bajo la aprobación de todas las fuerzas de la naturaleza, para así, mantener la balanza del mundo en equilibrio. Asimismo, el dormitorio del matrimonio es sutilmente profanado por entes del mal con ademanes que buscan mofarse del rito de bodas. Pero la herejía dura apenas un instante. Con el final del "Grande Valse Brilliante" todos los animalejos subterráneos, se despiden de los durmientes con cómicas reverencias. Uno a uno, se van ocultando coreográficamente en los diferentes espacios sombríos de la casa. Uno calvo y de baja estatura se mete en el cuarto de las especias, otro alado y con sarna en la piel desaparece detrás de la estufa, uno pestilente se trepa en la alacena, una horrenda parejilla de voz chillona se escabulle debajo de la cama de las gemelas, uno huye ágil como serpiente y apenas se le ve la cola de rata meterse detrás de la cabecera matrimonial. Mientras tanto, las ventanas abiertas al amanecer del verano inhalan blancura y disponen todo para que en una jornada más, se consume de nuevo la felicidad de una joven familia. 

Apenas el gato perezoso notará algunos rastros de la presencia maligna: pelambre suelto en la alfombra, mala hierba creciendo en el jardín, larvas de insectos desarrollándose en la alacena, crías de roedores pululando debajo de las camas, arañas tejiendo pacientemente la tela para sus presas.   

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