Otro texto sobre la negación
Un
buen día, algo silvestre crece en ti, en los terrenos de tu alma tan
civilizada,
donde
en apariencia, no queda nada nuevo por explorar.
Al
paso de los días lo dejas crecer bajo la maravilla y azoro que
producen los fenómenos exóticos.
Echa
raíces pues,
y se
extiende como planta trepadora a través de tus órganos vitales.
A
partir de su tronco, se desprenden ramas jóvenes,
las
hojas tiernas se desenvuelven en reverencias a la voluntad pura de la
vida.
Desde
el pecho se injerta a través de tus venas, por la traquea, por la
médula, hasta las falanges.
Tus
huesos destellan como truenos cada vez que eso innombrable lanza un
nuevo brote.
A su
tiempo, los goznes de tu mandíbula chillan, tu cavidad bucal se
expone a la luz y entonces, florece lo inconmensurable.
El
filósofo ha trazado la topografía de nuestra realidad:
Hay
trazos de avenidas provenientes de los cuatro puntos, desde grandes
distancias y todos, absolutamente todos terminan en el mismo lugar: a
la mitad de tu frente.
Hay
lugares y horarios propios para cada diligencia.
Tanto
para la avaricia y la potestad sobre los dóciles,
como
para el ocio, la burla, el cinismo y la auto satisfacción.
Hay
lugares para perecer y hay lugares para pretender que vives.
Hay
liturgia tanto para la derrota como para las pequeñas victorias.
Hay
sustancias e ideologías para avispar el odio.
Hay
dietas y organizaciones no gubernamentales para pretender la
compasión.
Hay
templos para honrar la mesura y el sometimiento al trabajo.
Hay
deidades rencorosas que castigan la pereza
y hay
dioses que galardonan al usurpador
Hay
incluso viveros para la demencia diagnosticada.
Hay
aceras y sermones para la pobreza.
Hay
inmuebles para albergar la vejez y la invalidez.
Y
para lo anterior, hay un saco para las colectas anuales,
así
los dioses punitivos nos dan la gracia de la bondad.
La
topografía de la metrópoli está perfectamente trazada y cada trazo
converge en tu ser.
Pero
un buen día, algo silvestre crece en ti, algo que quiere salir, aun
cuando no hay todavía palabras para nombrarlo.
Hay un momento de duda.
Hay un momento de duda.
Sin
métrica verbal,
sin
regulaciones civiles,
ha
crecido y se ha fortalecido en ti,
apenas
bajo la maravilla y azoro que producen los fenómenos exóticos.
Lo
has dejado crecer.
Luce
sano y vigoroso, con la hermosura de la primera niñez.
Lo
admiras y lo retocas antes de darlo como tu mejor regalo al mundo,
pero dudas.
Hay
límites de velocidad, temperatura artificial ideal, fechas de
caducidad.
Hay
leyes de la cordura, de la contención y de los sentimientos
mesurados. Hay una voz que no solo habla a través de los aparatos
electrónicos, no solo a través de los altavoces en las iglesias y
en los supermercados. No solo pronuncia sus posturas a través de los
noticieros matutinos. No solo emite diagnósticos a través de la
computadora. Esa voz también habla a través de ti, de tus frases
lacónicas, ya sea al ordenar juguetes de plástico por Internet o
durante tu discurso de graduación. Esa voz dice NO!
Hay
una sólida estructura que se yergue sobre ti, como una pirámide
divina hecha por manos de gente desnuda y ordinaria. Por y para tu
obediencia se te ha dotado de una zona de confort y de un freno de
emergencia. Lo primero para mantener la rutina, lo segundo para decir
NO!
Entonces
ya sabes qué responder cuando vengan los locos, los inconformes, los
soñadores con sus ideas, ocurrencias, propuestas o absurdos. El dios
NO se encargará de ellos, si no los aniquila a través de una campaña
televisiva, lo hará a través de ti.
Entonces
ya sabes qué hacer cuando se rompa la rutina: freno de emergencia. Y
ya sabes qué pasará con eso que ha crecido en ti, El dios NO se
encargará de ello, si no lo aniquila a través de una campaña
televisiva, lo aniquilará a través de ti.
La
duda ha quedado disuelta.
Comentarios
Te dejo y prosigo con la tarea de demostrar que no soy un robot :-)
Pienso en esas potencias biológicas que ante el desuso se hipotrofian y desencadenan enfermedades, padecimientos y tumores.
De la misma forma puede que eventualmente las potencias silvestres de nuestra psique (creatividad, libre albedrío, sed de aventura, pasión juvenil, individualidad, compasión kunderiana, etcétera) sean si no extirpadas, sí afectadas por el rechazo sistemático.
En la tradición literaria infantil universal se habla de hombres y mujeres que han caído en la desgracia de un encanto maléfico, convertidos en bestias, en sapos, en brujas y demonios; en seres inanimados como rocas o vegetales. Algunos de ellos pueden poseer una gran capacidad de causar daño colectivo, pero todos ellos son seres repetitivos y unilaterales, con un solo rostro (en oposición a la esencia humana que pendula entre el bien y el mal). Pero si nos apegamos a las historias, siempre existe para ellos la posibilidad de la redención.
La hipotrofia de las potencias de la psique convierte este mundo en todo un circo, crees estar hablando con un hombre o con una mujer, pero en realidad puedes estar confrontando a un chacal, a una hiena, a una roca o a un tronco.
La deshumanización es una batalla descarnada que ocurre sin tregua en nuestra alma.