El anonimato en la literatura como vía hacia el símbolo

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  • El parecido de la ficción y sus personajes con la realidad no es una mera coincidencia 



A través de la historia de la literatura (una historia alternativa a la oficial pero más acertada cuando se trata de dar cuenta del desarrollo del espíritu humano), el resguardo de la identidad real de los personajes, así como un distanciamiento de la realidad objetiva, ha demandado una justificación preventiva por parte de los autores. Algunos declaran previo a sus relatos, de la manera más evidente, que todo lo narrado es ficticio así como sus personajes. Algunos basados directamente en hechos biográficos, cambian el nombre de sus héroes y antagonistas. Existe la costumbre en algunos escritores de limitarse a dar la primera letra de un nombre: 1."Fue así como la señorita K. se descubrió a sí misma como una flor silvestre...". 


Sin embargo, no creo que la consigna al escribir sea la de buscar la mejor manera de ocultar los nombres reales (de calles, gentes, sucesos, ectétera). Estos datos no deberían ser una limitante al momento de escribir, ni siquiera algo a tomar en cuenta. Más bien, pienso que se trata de ver el proceso de la escritura desde otro enfoque, es decir, atestiguar la transformación del hecho real en un acto símbólico. De esta forma una caminata bajo la lluvia se transforma en una reflexión melancólica, por decir algún ejemplo.

Considero que la mera voluntad de querer proyectar un incidente cotidiano en el lenguaje literario, ya transforma a priori la sustancia de dicho evento. De ser un fragmento de la realidad (que bien podría pasar por un simple proceso descriptivo. a través del lenguaje periodístico, por ejemplo), la literatura (como todo arte), transforma, osifica el instante y finalmente busca convertirlo en un acto ejemplar, simbólico y representativo de un rasgo del espíritu humano. El grado de éxito en esta empresa justifica la pertinencia de exponer dicho evento en la realidad literaria.

El lenguaje literario es un medio (a través del arte) para convertir en símbolo un episodio de nuestras vidas. En dicho proceso, al escribiente lo aborda en primer lugar, una intuición acerca de la relevancia de un episodio cotidiano, hasta aquí se ponen en marcha solamente procesos psíquicos más bien inconscientes. Posteriormente viene el desarrollo creativo, el diálogo del escribiente con su inconsciente, o para expresarlo al estilo clásico, con las musas. En este segundo momento se ven envueltas nuestras habilidades literarias.

De la habilidad y la técnica del escribiente dependerá el éxito de transformar las imágenes intuitivas en lenguaje literario. Pero a la vez hay en esa voluntad de interpretación algo tan humano y natural. Dicha fuerza interior ha movido a los profetas de la antigüedad, a videntes de siglos pasados y a nuestros grandes novelistas y poetas. Codificar la experiecia en símbolo, se trata de un proceso de transformación tan natural como los sueños mismos. Son los sueños por cierto, nuestra fuente primordial de creación simbólica. En ellos podemos ver un claro ejemplo de cómo los hechos cotidianos adquieren un significado específico, expresado a través de un lenguaje específico, el lenguaje onírico. 

En nuestros sueños puede parecer que los personajes ocultan sus verdaderos nombres. Hay identidades confusas e incluso perturbadoras. Las madres son a la vez amantes, los padres tienen la piel rugosa y extensos ramajes en lugar de brazos, los amantes son animales indómitos que corren por paisajes nocturnos, el resentimiento es un asesinato brutal que nos mancha las manos de sangre. Sin embargo el sueño no busca ocultarnos la verdadera identidad de los personajes de nuestra vida, sino más bien mostrarnos a través del símbolo, el verdadero significado para nosotros de dichos personajes, así como de las experiencias cotidianas.

Por lo anterior, se puede explicar que en la literatura los personajes reales adquieran diferentes nombres, nombres símbólicos. Eva, María, Magdalena, Helena y Sofía para las mujeres de nuestra vida, por mencionar un claro ejemplo. Los personajes torpes y negligentes dan cuerpo en el ámbito literario a nuestra idea general de la estulticia. Las historias de viajes arduos se transforman en una manifestación de nuestro deseo de exploración y autoconocimiento. 


Comentarios

dasxsein ha dicho que…
Estoy de acuerdo en todo lo que dices (qué aburrido, ni modo). Tengo la impresión de que querías decir más, de que esta era como la introducción a algo, que continuará...
Saludos Oc

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