En tu casa no hay demonios
Ya no preguntes más lo mismo a desconocidos, a falsos profetas, a los astros; ni siquiera a los farsantes de Youtube ni a los amigos estúpidos y elocuentes.
Somos el camino que andamos, la brecha que hemos elegido nos define, somos nuestra búsqueda.
¿Qué buscas? ¿A dónde te lleva lo que buscas?
Hay aquellos que andan a tientas mirando al sol,
hay los que van con los ojos bien abiertos en la oscuridad.
Hay quienes ven sus demonios de frente y los combaten sin promesa de triunfo.
Hay quienes los mantienen mansos en el sótano como una vergüenza familiar,
dándoles de vez en cuando mendrugos de pan y excusándose por ellos en cuanto se asoman y muerden la mano de los conocidos
Pero tú no perteneces a ninguno de estos géneros.
En tu casa no hay demonios.
Esto te permite acusar a los vecinos,
señalar a los amigos y sellar mi frente con la leyenda de la demencia.
Soy otro más de tus casos perdidos.
Pero a ti no te hace falta curtir el valor ni la humildad ante los ex abruptos.
Muñeca hermosa y sofisticada. Eres como un ying-yang de carne trémula en una caja bicolor de Sephora.
El resto de todos nosotros, vivimos en un conflicto de opuestos,
dos entes en fricción constante y a la vez en mutua repulsión:
lo racional versus lo irracional
a veces triunfa el primero
otras arremete el segundo.
Somos el resultado de esa batalla,
decidimos en base a la combinación de ambos.
En algunas fases nuestro lado luminoso se erige
y podemos ver con lucidez nuestro camino,
entonces viramos a la derecha o a la izquierda,
entonces seguimos andando sobre tierra firme.
Pero otras veces los demonios se sobreponen,
(esos que tú niegas)
y deciden nuestro porvenir y cortar de tajo con el pasado,
es entonces cuando cabalgamos frenéticamente en corceles fantasmas sobre la nada.
Pero tú no,
tú eres unilateral
te riges por la estructura;
ni dioses ni demonios.
Te pude ver en distintos colores y a profundidad,
a veces respirabas con la intensidad del oleaje marino,
otras con la ligereza del viento escaso.
En ocasiones te dejaba en total calma,
te veías tan reconciliada con el mundo;
apenas amanecía,
medio dormías, medio sonreías.
Las últimas noches te encontré
totalmente envuelta en fuego,
indómita e irascible,
inmolándote en una ruptura irremediable.
Nuestros encuentros fueron como una moneda echada a la suerte.
Al principio grandes encuentros, ya al final solo desencuentros.
La última vez que te vi ya no eras tú,
(o al menos el ser unilateral que declaras ser ).
Eras apenas todos tus demonios irascibles,
eras un daño auto infringido,
eras un fuego atizado desde la medianoche
y reducido a cenizas al caer el alba.
Apenas hablabas y mi abrazo fue como coger un remolino de viento.
Y entonces te fuiste, como cabalgando en un corcel fantasma.
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