Boleto de lotería
Una tarde rompimos nuestras propias rutinas para
quedar en el centro de la ciudad. Teníamos acordado comprar un
boleto de lotería juntos. Y es que en nuestra soledad habíamos
perdido tanto y tantas veces, que pensamos que finalmente
podríamos ganar algo juntos.
Ya en el camino al estanquillo yo iba con las
manos en los bolsillos, dando saltos mientras tú, te frotabas las
manos con insistencia. Yo que ya cansado del nomadismo, quería
una casa con un abedul y un perro. Tú que siempre habías sido
llamada a la aventura, querías que fuéramos a conocer la India.
Pero un premio como el que nos prometía ese boleto podría
costear un perro, un abedul, una casa y dos boletos para la India.
El loco de la ciudad nos miró pasar y no pudo simplemente irse de largo, sino que se detuvo un momento para vernos con pasmo y
luego lanzar una carcajada. Ese día nosotros brindamos por
nuestro feliz acuerdo y a la salud de los locos de todas las
ciudades.
Durante el periodo previo al día del sorteo hubo
días de gran gozo, de comilonas y de osadías. Recuerdo en el
invierno cómo la escarcha sobre el pavimento cedía ante nuestros
pasos. De las caminatas a medianoche por el parque, recuerdo los
aparatos para ejercitarse al aire libre, desolados y en el olvido,
nosotros decidimos usarlos en la total penumbra y a 8 grados bajo
cero. Por ese tiempo hubo cenas, brindis y música. Tu guitarra
española siempre a la mano. Éramos como dos niños haciendo
piruetas hasta caer desvanecidos, pero durante el periodo previo
al día del sorteo, seguíamos todavía girando.
Hubo charlas extensas hasta altas horas de la
noche. Te conté mis historias inverosímiles como la de aquella
noche lejana en la que perdí la consciencia de borracho sobre la
vía del tren. También te dije que estaba cansado de caminar por
las noches y que quería finalmente curarme del insomnio. Tú me
relataste a detalle como tu espíritu en eterna búsqueda te llevó
a visitar tantos países y que habías terminado donde empezaste.
Hubo abrazos, sollozos mientras nos curábamos las heridas
mutuamente.
La ciudad parecía de dementes. Había protestas,
embotellamientos, perros rabiosos y una descarnada lujuria por el
dinero. Pero el estar juntos era como ahuyentar brujas con
conjuros de amor. Las paredes de tu apartamento son blancas e
infranqueables, allí nos guarecimos durante la oscuridad del
invierno.
Un boleto de lotería nos permitió soñar por un
tiempo, nos hizo gastar lo que no teníamos. A crédito, le
compramos a la vida tantas ilusiones. Despegamos los pies de la
tierra. La fecha del sorteo llegó eventualmente y con ello la
decepción. Los niños haciendo piruetas finalmente se
desplomaron. Surgió un resentimiento mutuo y la pregunta sobre a
quién se le ocurrió esta idea del boleto de lotería. Tras la
etapa de la negación llega la cordura. En la vida los sueños fallidos como los boletos de lotería quedan eventualmente rotos,
pero también nos quedan las vivencias.
Era algo demasiado bello, era simplemente
demasiado lo que pretendíamos.
Al salir por la calle Chmielna miré al loco de
la ciudad, quería saludarlo pero éste forcejeaba con un par de
policías que lo habían hecho llorar. Finalmente lo llevaban
preso. Parecía el día del fin de las locuras, así que tu y yo
reanudamos nuestras rutinas.
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Czarny Roman Negar la locura, es negar una parte de ti. Quizás la mejor. |
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